domingo, 27 de junio de 2010

Escribir

Mirándome al espejo, entre luces, encuentro que empiezo a diferenciar mis formas del mundo, a saber con más exactitud quien soy.
Extraño escribirme, dejarme llevar, marcar emociones.
Ahora me encuentro más estable, más encontrada, me escucho hablar distinto y pensar mas claro, mi mente acuerda más fácil con mi corazón, mi corazón desecha más fácil lo que no. Y las palabras, que son solo lo que le sobra al cuerpo, se quedan guardadas en mi interior, con espacio.
La habilidad de escribir la ligo entonces con la incapacidad de acomodar, de acordar, y quizás también con la necesidad de dejar lo que se desborda de nosotros porque no sabemos estar.